Como cada Navidad, niñas y niños esperan con infinidad de ganas e ilusión la llegada de Papá Noel y/o los Reyes Magos. Ambas noches son momentos de verdadera fantasía. ¡Qué alegría despertar esa mañana y ver el árbol de Navidad lleno de regalos! Pero ¿cuán positivo es fomentar este tipo de creencias si intentamos inculcar que la sinceridad y la verdad es un valor básico? ¿De qué manera les influye en el desarrollo creer en la magia de la Navidad?
Según un artículo del investigador David K. Johnson: “Es una mentira, degrada la confianza en los padres y es equivalente a sobornar a los hijos por buen comportamiento». Sin embargo, esta opinión recibe multitud de críticas por profesionales del desarrollo infantil.
Creer en los Reyes Magos y/o Papá Noel fomenta (y no solo en los niños y niñas, sino también en las madres y padres) aspectos como: imaginación, fantasía, creatividad, ilusión, empatía…, factores importantes para el desarrollo emocional.
Por otro lado, esta creencia no vuelve a las niñas y los niños consumistas, caprichosos, ni egoístas. Si esto ocurre, podría deberse a una forma incorrecta por parte de la familia de enfocar esta fantasía, la cual no sólo se manifestará los días de Navidad, sino que estará presente en los actos de su vida cotidiana.
¿Cuándo y cómo decirles la verdad?
La edad en la que pueden entender mejor que Papá Noel y los Reyes no son reales ronda entre los 7 y los 11 años. En estas edades, en cualquier momento, el niño o la niña suele escuchar algo de sus amiguitos, hermanos, primos… que le lleva a cuestionar sus creencias y tener dudas sobre ellas. En el caso que decida preguntar sobre ello, es conveniente tener una repuesta convincente ante su incertidumbre:
Intenta no mentirle. Puedes preguntarle qué cree y así sabrás hasta dónde llegan sus sospechas.
Si ves que lo tiene claro, puedes explicarle que es una tradición que se hace para mostrar a los niños y niñas que hay personas que disfrutan haciendo felices a los demás sin pedir nada a cambio. Aquí puedes aprovechar también para proponerle cómo podrían ser las Navidades a partir de ese momento (si hay niños más pequeños guardando el secreto, haciendo también regalos para los demás, preparándolo todo si quiere, etc.).
Si ves que no lo tiene muy claro («mamá/papá, creo que es imposible que hagan magia y lleguen a todas las casas del mundo»), puedes jugar aún con la tradición explicándole que a veces hay ayudantes que hacen que sea posible y que incluso a veces piden ayuda a los padres para que les echen una mano.
Si se enfada por sentirse engañado, permítele que se exprese y pregunte, acepta su opinión y su sentimiento y explícale que lo último que querías era mentirle y hacerle enfadar. Todo responde a un juego, a una tradición que se hace con los niños para que entiendan la época como de amor, de felicidad, de dar a cambio de nada, y que habéis disfrutado mucho haciéndole feliz cada año.
Una respuesta oportuna podría ir en estos términos –“Mira hijo/hija, hace muchos, muchos años, cuando nació el Niño Jesús, existieron unos Reyes en Oriente que llegaron hasta el portal de Belén para llevarle unos regalos. Esos Reyes hoy no existen, pero todos los padres queremos que nuestros hijos también tengan regalos como Jesús. Por eso esta noche jugamos a ser los Reyes. Ahora ya sabes la verdad y, si quieres, podemos seguir jugando a los Reyes Magos, porque a todos nos gusta que otros piensen en nosotros y nos hagan regalos. Tu hermana que es más pequeña no sabe todavía nada, lo que hemos hablado será nuestro secreto”.