La crisis del COVID-19 ha supuesto un punto de inflexión en muchos ámbitos de la sociedad, especialmente en cómo nos relacionamos con los/as demás.
Los cambios y medidas que hemos adoptado para asegurar el máximo control de la pandemia (rutinas de higiene, mantenimiento de la distancia social y uso de mascarillas, entre otros) ha influido en nuestra manera de comportarnos y comunicarnos.
Esta situación ha hecho que parte de nuestro lenguaje corporal esté limitado: mascarilla que nos tapan la mitad del rostro y distancia social, con lo que la interacción y relaciones sociales se han visto mermadas. La comunicación no verbal que proviene de la expresión facial es la gran afectada.
Una situación vivida hace unas semanas, hizo que me diese cuenta del gran impacto que tienen las mascarillas en la comunicación, sobretodo para los más pequeños, ya que el lenguaje corporal y la imitación tiene una influencia directa en su desarrollo y aprendizaje.
Cuando las terapeutas conocemos a un/a nuevo/a pequeño/a, las primeras sesiones se dedican a crear un vínculo fuerte, armónico y de confianza, donde la terapeuta se convierte en una persona muy importante en la vida del niño o de la niña y de su familia.
Era nuestro primer contacto y, aunque la sesión estaba siendo fluida y divertida, el pequeño se mostraba un poco distante. Faltaba esa conexión que sientes cuando miras a alguien por primera vez y haces ese pequeño escaneo que tanta información nos aporta: miradas cómplices, sonrisas que calman, o muecas que nos hacen reír o tranquilizan. En ese pequeño instante se producen conexiones emocionales y la confianza empieza a fraguar.
Cuando pude descubrirme la cara (utilizando la pantalla protectora y la distancia social), su reacción fue increíble. Sonrió, señaló mi sonrisa y la devolvió con una gran carcajada.
Esto me hizo reflexionar… La situación nos ha dejado pequeños muros; muros que los niños con dificultades en su desarrollo, o lenguaje, necesitan un extra para aliviar el impacto de tenerlo delante.
Por ello, es importante saber qué es la expresión corporal, cómo influyen las mascarillas en el desarrollo del lenguaje de los más pequeños y qué podemos hacer para reducir este impacto.
Las personas conectamos, además de con las palabras, con nuestro cuerpo.
El lenguaje corporal es una de las formas más básicas para la comunicación no verbal. En torno al 93% de la comunicación es no verbal, con lo que una correcta interpretación y desarrollo de ésta es fundamental. La forma en que nos comuniquemos con nuestro cuerpo es muy importante, ya que aporta al receptor/a información sobre nosotros/a y sobre lo que queremos expresar (emociones, estado anímico…) y aumenta la comprensión de muchas funciones de la comunicación.
Existe tres tipos de comunicación no verbal:
Todos estos tipos de expresión no verbal se han visto minimizados. Nuestras sonrisas, el contacto físico y las relaciones sociales son grandes cómplices de nuestra forma de comunicarnos.
El uso de las mascarillas nos priva de mucha información no verbal. Hemos tenido que aprender a sonreír con la mirada. Nuestros ojos han aprendido a expresar más cosas que nunca, pero esa lectura en los/as niños/as más pequeños/as se complica.
Por otro lado, la distorsión del sonido que produce la mascarilla hace que a veces el mensaje no se entienda bien, por lo que la comprensión también se ve afectada.
Los niños aprenden los sonidos a través del oído y de la vista. El cerebro también construye sonidos a partir de la posición de los movimientos de la boca. Por tanto, la adquisición de los sonidos del habla es un proceso que se ha visto afectado en gran medida.
Esto en niños/as con trastornos del lenguaje o retrasos del habla es una gran barrera, puesto que, uno de los principales canales de información está oculto.
Otra área dañada está siendo la voz. Las mascarillas absorben parte del sonido que emitimos y esto hace que tengamos que elevar la voz.
El uso de las mascarillas es obligatorio como indican las autoridades sanitarias, y es necesario que cumplamos con las medidas recomendadas para cuidarnos y cuidar a los demás. Pero debemos tener en cuenta las consecuencias que tiene su uso, para hacer que el desarrollo del lenguaje de los/as más pequeños/as no se vea afectado o poder atender a las limitaciones.
La sonrisa es uno de los primeros estímulos que el niño o la niña recibe desde su nacimiento, le dará pistas para comprender cómo está su entorno. Ahora, los/as niños/as y los/as adultos/as estamos privados de esos gestos y abrazos que tanto nos conectan, pero no por ello podemos dejar que los más pequeños sientan el vacío de una buena sonrisa y un buen abrazo.
Y en relación con todo lo anterior y en conmemoración del día del libro, os recomendamos este maravilloso cuento: »Hasta que podamos abrazarnos», de Eoin McLaughlin y Polly Duncar.
Si tenéis alguna duda el equipo del CEI València estará encantado de atenderos.