Cuando educamos a nuestros/as niños/as intentamos inculcarles los valores y conocimientos más importantes y les enseñamos que decir mentiras no es correcto. Nos dejamos guiar por la ética pensando que, de esta manera, todo será más fácil.
Les enseñamos el valor de la honestidad, de la sinceridad, de la franqueza, invirtiendo mucha energía y tiempo en ello, por lo que cuando descubrimos que nuestros/as hijos/as nos mienten, sentimos mucha frustración. Sin embargo, las mentiras son una estrategia que la mayoría de las personas utilizamos a lo largo de nuestras vidas, y que, además, forma parte del periodo evolutivo del niño o de la niña.
El tipo de mentiras variará en función de la fase en la que se encuentre el/la niño/a, puesto que para “engañar” se necesita haber madurado determinadas habilidades cognitivas, pero ¿cuáles son las habilidades necesarias para mentir?
Para que un/a niño/a mienta necesita tener desarrolladas, entre otras, la habilidad para entender que los demás pueden tener estados mentales distintos de los propios. Es decir, la conducta de engaño implica el manejo de una ‘teoría de la mente’.
Por ejemplo, “Ya he hecho los deberes” es una mentira muy frecuentemente utilizada cuando los/las niños/as tienen prisa por ir a jugar. El/la niño/a en cuestión es consciente de que no ha hecho la tarea, sin embargo, sabe que la otra persona, al no haberle visto, puede creer que sí la ha hecho, por lo que esta mentira le permite sacar beneficio de ello.
Por otra parte, debe haber desarrollado el autocontrol; habilidad para controlar la propia conducta y la capacidad de inhibición, puesto que ser capaz de perseverar en las mentiras requiere la inhibición de posibles señales delatoras de engaño, como los gestos faciales y el tono de la voz.
Según la etapa del desarrollo en la que se encuentre el/la niño/a, los tipos, las causas y finalidad de las mentiras van evolucionando:
Menores de 3 años: Su lenguaje, tanto comprensivo como expresivo es limitado, por lo que las mentiras son bastante infrecuentes.
De 3 a 5 años: A partir de los tres años entra en juego el pensamiento mágico y la fantasía. Lo que puede llevarlos a decir alguna mentira o a distorsionar la realidad sin intencionalidad.
De 5 a 9 años: A esta edad es frecuente distorsionar lo que ha pasado con la finalidad de obtener algún beneficio. También pueden mentir para evitar el castigo siempre que sospechan que han hecho algo por lo cual deberían ser sancionados.
De 9-12 años: Es cuando aumenta su capacidad de abstracción y la elaboración de mentiras y estrategias para conseguir algo.
De 12-18 años: Su cerebro tiene la maduración suficiente para elaborar pensamientos más abstractos, por lo que las mentiras pueden ser más complejas.
Ser modelo y ejemplo diciendo siempre la verdad. Cuando decimos que la play está rota o que el internet no funciona, para evitar que nuestros/as hijos/as insistan en jugar con ella, también estamos mintiendo.
Si nuestro/a hijo/a nos descubre mintiendo hemos de reconocerlo y disculparnos. Hay que transmitirle que las personas cometemos errores y que rectificar es de sabios.
Si nos les encontramos exagerando las historias y contando detalles inexistentes, les podemos decir que nos gustaría que contara la historia tal y como ha ocurrido sin agregar detalles (el tono de voz debe de ser suave y se debe decir en privado, sin dejarles en evidencia delante de otras personas).
Expliquémosles la importancia de la confianza y que una de las peores consecuencias de las mentiras es la pérdida de confianza en ellos (una confianza rota). Es importante desarrollar con nuestros hijos una relación basada en la confianza mutua. Para desarrollar la confianza en un/a niño/a, tenemos que confiar en el/ella y demostrárselo. Algunos cuentos que pueden ayudarnos a abordar distintos aspectos emocionales que subyacen a las mentiras son los que se exponen a continuación: “Pedro y el lobo”, “El palacio de la mentira”, “El niño súper campeón”, “El ladrón de pelos”, “El traje del emperador”, “El ladrón de rubíes”, “El invisible rey de la selva”, “Juanito el honrado”, “La cosa que más duele en el mundo”, “El príncipe malvado”, “Mentiras en la edad de piedra”, “La maldición de los mentirukis”o “El zorro bocazas”.
Debemos evitar la palabra MENTIROSO/A o »estás mintiendo». La acusación suele tener como consecuencia una actitud defensiva, ya que se sentirán delatados ante la mentira y humillados ante la torpeza. Podemos facilitarles la confesión y tratar de hacerles entender el riesgo de perder la confianza que en ellos/as tenemos.
Es importante ser firmes y explicarles por qué la mentira no es aceptable, y cuáles son las consecuencias que puede tener mediante anécdotas y ejemplos (que no confíen en él/ella, que se acostumbre y lo haga habitualmente, que se daña a otras personas, etc..).
Es conveniente intentar ponernos en la situación del/la niño/a averiguando la causa de la mentira en lugar de juzgar. Las causas de las mentiras pueden ser varias y es importante conocer el motivo de estas para poder proceder.
Los/as niños/as mienten por los mismos motivos por lo que lo hacen los adultos y algunos de los motivos pueden ser:
Miedo a las consecuencias de decir la verdad. En ese caso, recomendamos revisar los códigos de disciplina ante determinadas situaciones. Si ante una situación incómoda, nuestro/a hijo/a nos dice la verdad y les echamos una bronca monumental, las posibilidades de que a la próxima nos mienta, aumentarán. Reforcémosles cuando ante una situación particular son sinceros. Si castigamos o amenazamos duramente a nuestros/as hijos/as, se verán obligados a mentir para evitarlo.
Necesidad de impresionar a otros, obtener reconocimiento, agradar y aumentar su autoestima. Mostrémosles cómo destacar ante sus compañeros/as por sus cualidades positivas, y de esta forma, poder encontrar aprobación social de manera adecuada. Estimular la responsabilidad personal y proporcionar habilidades alternativas para resolver los problemas. Si fomentamos las actividades en las que el/la niño/a puede destacar, reforzará su autoconfianza y le permitirá depender menos de la aprobación de sus compañeros/as.
Envidia. Son las mentiras perniciosas o dañosas. Es importante transmitirles la idea de que la envidia es una emoción universal y natural presente en todas las personas. Sin embargo, suele esconder inseguridad y sentimiento de inferioridad, por lo que es importante valorarles, evitar las comparaciones y razonar con ellos, sobre todas las cosas que han logrado, lo que tienen y quien está a su alrededor. El grado de atención que recibe un/a niño/a debe ser incondicional y nunca estar basada en lo hábil que sea, la capacidad que tenga ni en su rendimiento académico y deportivo. La envidia puede ser constructiva y constituir una oportunidad para la superación personal.
Para obtener algún beneficio o evitar algo desagradable. En este caso necesitará entender que no se pueden obtener las cosas a expensas de todo. Así como fomentar en ellos el valor del esfuerzo para conseguir algo.
Para no herir sentimientos. Son aquellas mentiras piadosas que benefician a alguien y no se espera que tenga una gran repercusión. Se suele contar para hacer que una situación se pueda tratar más fácilmente o para beneficiar a alguien y no tendría mayor importancia.
Para reservar su intimidad. Hay que respetar esa tendencia del/a niño/a a no comunicar el cien por cien, pues esta tendencia es algo normal y sano en el desarrollo afectivo.
Por exigencia al/la niño/a. Cuando les exigimos mucho, el/la niño/a tiende comportarse en base a nuestras expectativas y pueden mentir para no defraudarnos. Es importante que sientan que los queremos por lo que son, y no por lo que hacen.
Como conclusión los padres hemos de hablar más con nuestros hijos sobre la sinceridad y la verdad, enseñándoles que son valores primordiales de la convivencia y el mejor antídoto contra la corrupción ya que quien las siembra, cosecha confianza.