Las acciones que planeamos, o planeamiento motor, usan el conocimiento de las experiencias y sensaciones que ya hemos vivido, así como la información que estamos recibiendo de nuestros sentidos, para proporcionarnos conocimiento sobre cómo mover nuestro cuerpo o cómo emplearlo para actuar en el medio.
El planeamiento motor (o praxis) supone una serie de pasos: tener una idea sobre lo qué queremos hacer, planificar la acción y finalmente ejecutar la acción, interactuando con los objetos y resolviendo situaciones novedosas. Es un proceso de prueba y error que puede tardar más o menos tiempo dependiendo de la persona.
En esta vida lo hemos aprendido todo y hemos atravesado un proceso, largo o corto, de perfeccionamiento hasta que la habilidad se ha asimilado, hasta que los diferentes procesos mecánicos se han vuelto automáticos.
Para los/as adultos/as, el mejor ejemplo es aprender a conducir. A algunos les cuesta más y a otros menos, pero todos los que hemos pasado por ahí sabemos que al principio teníamos que pensar cómo meter una marcha y ahora es algo automático para nuestro cerebro.
El cerebro es quien asimila la información y planifica todo lo necesario, pasando por 3 fases:
Estos tres pasos suceden a diario cada vez que queremos realizar cualquier acción. Pero la mayoría de veces es algo que hemos repetido hasta la saciedad, está integrado y ni nos damos cuenta de todo el proceso que hay detrás.
Los niños y niñas, en cambio, están aprendiendo constantemente, la cantidad de energía necesaria para planificar todo aquello nuevo a lo que se enfrentan es abrumadora. Y algunos/as niños/as son capaces de lograrlo fácilmente, pero otros van a necesitar más ayuda.
Hay dos grandes procesos donde podemos fallar durante la planificación de una acción o planeamiento motor.
El primer proceso es la ideación, muy unida a la creatividad, que nos permite encontrar soluciones para enfrentar los problemas. Aquí podemos observar falta de imaginación, de pensamiento abstracto, una repetición de ideas o negación a hacer cosas nuevas. Les cuesta generalizar y aprender cosas nuevas. También adaptarse a los cambios es un problema, por lo tanto suelen ser personas un tanto rígidas, con poca flexibilidad cognitiva.
El segundo proceso es la planificación, puede que un niño/a sea capaz de desarrollar una gran idea, pero a la hora de ponerla en práctica su cuerpo no acompaña dicha idea. Es lento y descoordinado, puede aparecer frustración ya que no entiende porqué su idea sale mal o porqué a otros niños y niñas les sale mejor que a él/ella.
Como cualquier habilidad el planeamiento motor se puede entrenar y reforzar.
Con la práctica a aquel niño/a rígido, que le cuesta aceptar los cambios, puede pasar a jugar con otros/as compañeros/as sin tener que imponer sus normas; o la niña que le cuesta seguir la secuencia para lavarse los dientes puede terminar integrando los movimientos. Pero no sucede de forma mágica, requiere trabajo y dedicación.
Cada persona procesa las cosas de diferente manera y todos conocemos al amigo “torpe” que ni sabiendo los pasos de memoria es capaz de bailar sin pisar un pie. O a la “cabezota” que no es capaz de ver por qué su idea está saliendo mal y mucho menos cambiar de táctica.
En el CEI València utilizamos el juego para abordar estas dificultades; proponiendo retos ajustados para que cada niño o niña realice estos procesos de ideación y planificación sin frustrarse, de forma lúdica para que se integre la información lo más rápidamente posible y con ayuda constante por parte de la terapeuta.
El objetivo es que el niño/a no necesite de un sobreesfuerzo en su día a día para afrontar las situaciones cotidianas y se sienta capaz de hacer frente a las situaciones nuevas que van surgiendo.