Un niño que se mueve constantemente en la silla, un adulto que busca deportes de riesgo, una niña que se marea en el coche o un bebé que se asusta cada vez que lo tumban para cambiarlo. Todas estas personas están buscando o evitando estímulos vestibulares.
El sistema vestibular, es el encargado de detectar el movimiento, los cambios de dirección y su velocidad, y que nos orienta sobre la gravedad, qué es arriba y qué es abajo. Nos dice, en definitiva, donde estamos en el espacio.
Es una entrada de estímulos que surgen de los movimientos activos del propio cuerpo y como reacción a la gravedad. Cualquier posición o movimiento de la cabeza activa algún aspecto de este sistema. La información nos llega a través de los receptores del oído interno y nuestro cerebro los utiliza para conocer nuestra posición en el espacio y para mantener el equilibrio.
Como respuesta, nuestro cuerpo realiza pequeños y constantes ajustes para estabilizar el campo visual, para mantener la postura y mantener el equilibrio. Todos estos ajustes también dependen del sistema propioceptivo y de la visión.
El sistema vestibular madura varios componentes relacionados con la motricidad y el estudio:
Los/as niños/as consiguen la información vestibular a través de su día a día, durante el juego y el ejercicio o con pequeños ajustes durante la jornada, como balancearse en la silla, saltar por las escaleras o dar un par de volteretas.
Ya cuando son pequeños podemos observar indicios que muestran cuando un niño o una niña no tiene un buen registro e integración de la información vestibular:
Podemos tener dos grandes tipos, aquellos/as niños/as que van a presentar una búsqueda de estos estímulos que interrumpe su día a día y aquellos/as niños/as que van a evitar por completo estos estímulos, afectando en su participación en las actividades, cuando los estímulos que se reciben resultan abrumadores.
En el cole podemos ver:
Los columpios terapéuticos nos ofrecen la superficie perfecta para trabajar el sistema vestibular.
Para aquellos/as niños/as que tienden a buscar este estímulo de manera constante nos permite realizar un imput mayor, e incluirlo dentro de un juego estructurado para alternarlo con otras actividades y modular las reacciones.
En cambio, un/a niño/a con una reacción negativa frente a estos estímulos debe acostumbrarse de manera paulatina. Se iniciará el trabajo mediante cambios muy progresivos de plano, juegos que incluyan, por ejemplo, pequeñas rampas, hacer la croqueta por superficies planas, columpios cerrados donde se sientan muy seguros, modulando mucho la velocidad. Integrando la información vestibular siempre en un juego del que disfruten.
Debemos modular el estímulo que llega al sistema vestibular así como utilizar otros sistemas, sobre todo el propioceptivo, para regular la información y las respuestas.
Por ello es importante no solo utilizar el estímulo vestibular (columpios, saltos,…), sino entender cómo está afectando este estímulo al sistema nervioso del niño/a y qué podemos hacer para ayudarle a integrar todas las sensaciones que está recibiendo, para esto no hay nadie mejor que una Terapeuta Ocupacional formada en Integración Sensorial.